Siempre existe una mujer
musicalizando los trazos innaturales
de un hombre enfermo.
La fortuna de escuchar las notas acuñadas,
una tras otra,
en una mañana de invierno
junto al sabor de un cigarro
resulta invaluable.
Si el contagio provocará la cordura,
es preferible quedar sordo
en el momento justo antes del primer compás.