Querida Ángela:
Me invitaron a
morir,
pero el clima
era horrible.
Estoy pensando
en regresar al mar
y escribir de
nuevo canciones esdrújulas,
y acordonar la
espuma con mis piernas flacas
y algunas otras
locuras que acareen paz.
Todavía no
entiendo lo del cuarto sin ventanas,
pero cada que
puedo,
ejercito mi
imaginación entre pestañeos revulsivos,
y de vez en
cuando me entretengo
buscando tus
aromas entre mis deseos.
Tuve la fortuna de
encontrar un rinconcito
en
donde puedo acobardarme
sin
que tu mirada contundente
perfore
mi ombligo innatural.
Soy
un animal,
las
patas me delatan,
necesito
un bozal,
y
largas caminatas;
mañana
seré una gran silueta,
espera
mi señal despierta.
Te contaba...
Ya no me quedan
ideas limpias
y mi ropa cada
vez apesta más,
o al revés, ya
no se;
lo que si,
es que los
líquidos se me acaban muy rápido,
los solidos me
duran dos días,
y las alegrías
medio sueño,
pinchis sueños
(recordé a Filiberto y se me dibujó una sonrisa);
te decía, (me
tiembla la mano al escribir, se que estarás desnuda cuando leas esto), cada
noche se agitan las voces en el pasillo que da a la calle Banderas,
yo, cual gato
corriente,
busco el
silencio entre los tejados que he construido con anterioridad,
esbozos de mis
intentos,
homenajes en sonetos.
El vecino viejo
es un insensato,
practica sus
fregadazos hasta altas horas de la poca luz,
en cambio, mi
vecina la joven cumple las reglas cabalmente,
es cuidadosa y
respetuosa hasta cuando estornuda.
¿La próxima ves
que vengas me puedes traer otro lápiz por favor?
Y un poco de
cordura, si no es mucho pedir.
Quiero pintar
las paredes de otro color,
pero dudo que me
dejen hacerlo,
a veces me
sorprendo de pensarlo y disfrutarlo en mi imaginación
sin que ellos se
den cuenta.
¿Me estas
entendiendo?
La distancia me
hace reiniciar el entorno habitable,
y así
transcurren los encantos en esta alfombra,
con las rodillas
cicatrizadas y los parpados azorados…
Ángela querida,
mujer de mis
ansias acaloradas;
si continuas sin
contestar ninguna de mis cartas,
tendré que ir a
buscarte al otro lado del edificio,
tumbar esa
puerta y apretarte el cuello con mis
propias manos;
así sabrás lo
que es el frió verdadero
y pedirás que te
saque a dar un paseo.
Siempre tuya,
Elena.