martes, junio 23, 2015

Crónica cínica


Mi actitud no era la más positiva, dada la situación.
Si, eso podría decirse.
En esos días estaba actuando reticentemente; cabe señalar que el momento lo ameritaba.
El mal humor y las palabras fuertes flotaban sobre el denso ambiente de la sala de reuniones; sin agua, sin un aperitivo, sin un pinchi “buenos días”.
No había iniciado aún el verano, pero ya estábamos a más de 40 grados centígrados, acababan de pasar las elecciones estatales con un resultado nada favorable para las autoridades de la institución; en general, el clima no era bueno en ningún sentido.
A mi se me recriminaba personalmente el no estar a la altura del puesto que diez meses atrás se me había otorgado, ¡pendejos! Como si ellos cumplieran con el mínimo de obligaciones que les habían asignado; en esos cargos la curva de aprendizaje se extiende por 2, 3, hasta 6 años… en el mayor número de casos ni siquiera logran aprender lo básico.
11:00 a.m. de un jueves de junio, “debía ser jueves, nunca le agarré la onda a los jueves”.
En la mesa, los aliados alineados,
para siempre;
los demás, desdibujados,
como siempre.
Repeticiones en cámara lenta, voces y miradas que cortaban la respiración,
un perrito faldero monitoreando la función, la imagen del dispositivo fallando;
todo mal, nada fluyendo a favor.
Soles de ataques constantes,
lunas de insomnios delirantes,
aceptando las carencias,
preparando la estrategia.

La oratoria resultaba incorrecta, los argumentos se invalidaban al instante, las buenas intensiones estaban de más; todo olía a sabotaje, a intereses ocultos, complot gubernamental, robo y corrupción, lo normal pues en esos casos en donde hay que justificar de cualquier forma el gasto de una partida financiada por las altas esferas de la educación.
Después de una semana de enfrentamientos sin cuartel, de mostrar las armas y entrecerrar los ojos en señal de extrañamiento y decepción; presentamos el proyecto que resumía el rumbo del departamento. No les gustó lo que veían, mucho menos lo escuchaban, mi tono de voz siempre ha sido áspero, sarcástico, ufano, de barrio; en fin, a su entender, no dimos el ancho.
Los días venideros serán una espera invariable de rechazos y contratiempos,
me he preparado para enfrentar la adversidad firme de la burocracia institucional, kilos de paciencia instrumental y ejercer el modo Ninja mientras ellos están.